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Portada de Are you now or have you ever been? |
Encontrarás a Dios en la iglesia
que hayas elejido;
encontrarás a Woody Guthrie
en el Brooklyn State Hospital
Y aunque sea sólo mi opinión
y quizá tenga razón o quizás esté equivocado,
encontrarás a los dos
en el Gran Cañón
al atardecer.
al atardecer.
El poema fue publicado por Columbia en el Bootleg Series 1-3 en 1991.
Escucha aquí Last thoughts on Woody Guthrie, recitado por Dylan en su concierto
en el Town Hall de NY en 1963.
Cuando la cabeza te dé vueltas y el cerebro quede insensible,
y creas que eres demasiado viejo, demasiado joven,
demasiado listo o demasiado tonto,
que te estás quedando atrás,
perdiendo el paso,
arrastrándote lentamente
en el agitado curso de la vida,
no importa lo que hagas si empiezas
dándote por vencido.
Si el vino no llega al borde de tu copa
y el viento te aparta a un lado
mientras te sujetas con una mano,
y se suelta la otra
y el sentimiento ha muerto,
y el fuego de tu locomotora
necesita un nuevo chispazo para encenderse,
y aunque la madera sea fácil de encontrar
tú no tienes nada que ganar de ir a por ella.
Y tu vereda empieza a dar vueltas
y tu calle se hace demasiado larga,y
empiezas a caminar hacia atrás
aunque te das cuenta que te equivocas.
Y la soledad se eleva mientras el día cae.
Y mañana por la mañana
parece estar demasiado lejos
y sientes que las riendas de tu caballo
se te escapan.
Y la cuerda se te escurre
por que tienes las manos húmedas.
Y tu desierto cubierto por el sol
y tus valles siempre verdes
se vuelven barrios bajos deshechos
y callejuelas llenas de cubos de basura.
Y tu cielo llora agua
y tu cañería de desagüe vierte líquido
y el relámpago flamea
y el trueno restalla.
Y las ventanas tabletean y se rompen
y los tejados se estremecen.
Y todo tu mundo se cierra con estrépito.
Y tus minutos de sol
se vuelven horas de tormenta.
Y de vez en cuando te dices a ti mismo
"Nunca supe que fuera a ocurrir así
¿Por qué no me lo dijeron el día que nací?"
Y empiezas a sentir escalofríos
y a dar saltos por culpa del sudor.
Y estás buscando algo
que no has encontrado del todo todavía.
Y andas metido hasta la rodilla en agua sucia
con las manos al aire.
Y todo el mundo te observa
como si fueran mirones.
Y tu chica te deja,
se fue volando hace ya tiempo.
Y tu corazón se siente enfermo como un pez
a punto de ser frito.
Y el martillo perforador se te cae
de las manos a los pies.
Y lo necesitas de verdad pero está allí en la calle.
Y tu campana suena muy fuerte
pero no logras escuchar su tañido.
Y piensas que tus oídos quizás estén heridos.
O que tus ojos se han vuelto sucios
a causa del tenebroso espectáculo.
Y te figuras que fracasaste en la disputa de ayer
cuando fuiste engañado y burlado
mientras hacías frente a un farol.
Y tú llevabas todo el tiempo tres reinas.
Y eso te vuelve loco, te hace sentir vergüenza.
Como si estuvieras en la página central
de la revista "Life"
dando saltos alrededor de la maquinita de juego.
Y hay algo en tu mente
que te gustaría estar diciendo.
Que alguien en algún lugar
debería estar escuchando.
Pero sigue atrapado en tu lengua
y aprisionado en tu cabeza.
Y eso te molesta horrores
cuando estás tumbado en la cama.
Y por mucho que lo intentas no puedes decirlo.
Y hasta en el alma tienes miedo
al pensar que podrías olvidarlo.
Y tus ojos nadan por las lágrimas
que hay en tu cabeza.
Y tus almohadas de plumas se convierten
en mantas de plomo.
Y la boca del león se abre
y miras fijamente sus dientes.
Y su mandíbula empieza a cerrarse contigo .
Y estás boca abajo
y tus manos están atadas a la espalda.
Y desearías no haber seguido
aquella señal de desvío.
Y te preguntas qué demonios estoy haciendo
en esta carretera por la que voy caminando,
en esta senda que estoy tomando,
en esta curva que estoy dando,
en este camino que estoy recorriendo, en este sitio que estoy ocupando,
en este aire que estoy respirando.
¿Tan confundido estoy, tan totalmente confundido?
¿Por qué estoy caminando,
hacia dónde estoy corriendo.
Qué estoy diciendo, que estoy aprendiendo
de esta guitarra que estoy tocando,
de este banjo que estoy acariciando,
de esta mandolina que estoy rasgueando,
de esta canción que estoy cantando,
de la melodía que estoy tatareando,
de las palabras que estoy escribiendo,
de las palabras que estoy pensando,
de este océano de horas
del que bebo continuamente?
¿A quién estoy ayudando,
qué estoy destrozando,
qué estoy dando, qué estoy recibiendo?
E intentas con toda el alma
no pensar esos pensamientos
y no permitir que ganen terreno.
O que hagan que tu corazón
lata con más fuerza.
Pero tú sabes por qué dan vueltas a tu alrededor
esperando una ocasión para salir y dejarse caer.
Por que a veces los oyes cuando la noche
se cierne furtivamente.
Y tienes miedo de que puedan sorprenderte
durmiendo
Y saltas de la cama,
del último capítulo del sueño.
Y no puedes recordar
por más que lo intentas
si eras tú quien daba gritos en el sueño.
Y sabes que es algo especial
lo que necesitas
Y te das cuenta de que ninguna droga
hará nada por aliviarte.
Y que no hay alcohol en la tierra
que logre que tu cerebro deje de sangrar.
Y necesitas algo especial.
Sí, necesitas algo especial de acuerdo.
Necesitas un tren que vuele rápido
sobre una vía de tornado.
Para que te lance a algún lugar
y te traiga de regreso.
Necesitas un ciclón
sobre la sirena de una máquina de vapor,
que siempre ha estado haciendo ruido
y tronando y soplando,
que conoce tus problemas más de cien veces.
Necesitas un autobús Greyhound
que no prohiba raza alguna,
que no se burle de tu aspecto,
de tu voz o tu cara.
Y que cualquiera que sea el número de apuestas.
Siga rodando mucho tiempo
después de la manía del chicle.
Necesitas que abra una nueva puerta
para mostrarte algo que ya has visto antes
pero que pasaste por alto unas cien veces,
quizás más.
Necesitas algo que te abra los ojos.
Necesitas algo que te haga comprender
que eres tú y nadie más el dueño
del sitio que ocupas,
del lugar en que estás sentado.
Que el mundo no te tiene vencido,
que no te tiene derrotado.
No puede volverte loco, no importa
cuántas veces puedas ser maltratado.
Necesitas algo especial, de acuerdo.
Necesitas algo especial que te dé esperanza,
aunque esperanza sea sólo una palabra
que quizás dijiste o quizás oíste
en el rincón de alguna curva
muy abierta.
Pero eso es lo que necesitas
y lo necesitas de verdad, amigo.
Y tu problema es que lo sabes demasiado bien
por que empiezas a sentir escalofríos.
Porque no puedes encontrarlo
en un billete de dólar.
Y no se encuentra
en el antepecho de la ventana de Mary.
Y no se encuentra
en el mapa de carreteras para niños ricos.
Y no se encuentra
en el club de estudiantes para niños ricos.
Y no se saca
de ninguna semilla de trigo de Hollywood.
Y no se encuentra
en ese escenario de débil iluminación,
con esos comediantes medio tontos encaramados en él declamando a gritos
y desvariando y llevándose tu dinero.
Y piensas que es divertido.
No, no puedes encontrarlo en ningún
club nocturno o club náutico.
Y no se encuentra
en los sillones de ningún club de lujo.
Y tan seguro como que existe el infierno te dirás
que por mucho que frotes
no lo encontrarás en el resguardo del billete.
No, no está en los chismes
que la gente te está contando.
Y no está en la loción contra granos
que la gente está vendiéndote.
Y no está en ninguna casa
hecha con una caja de cartón.
O bajo la blusa de ninguna estrella de cine.
Y no puedes hallarlo en el campo de golf.
Y el tío Remus no puede decírtelo
y tampoco Santa Claus.
Y no está en el peinado de crema
o en los vestidos de algodón dulce.
Y no está en los maniquíes de los almacenes baratos ni en los comics de los chicles.
Y no está en los ruidos de malvavisco
de las voces de pastel de chocolate
que vienen llamando y golpeando
en la envoltura navideña
diciendo: ¿no soy guapo, no soy lindo?,
y mira mi piel,
mira el brillo de mi piel,
mira el resplandor de mi piel,
mira la risa de mi piel, mira el llanto de mi piel.
Cuando ni siquiera puedes sentir
si tiene entrañas.
Esa gente tan hermosa, con sus cintas
y sus lazos.
No, ni hoy ni ningún otro día
lo encontrarás en los umbrales
hechos de papel maché.
Ni en la gente de dentro hecha de melaza
que cada dos días compra
un nuevo par de gafas de sol.
Y que no está en los generales de cincuenta estrellas ni en los farsantes
que te denunciarían
por la décima parte de un penique.
Que respiran y eructan y se encorvan
y se rompen.
Y antes de que puedas contar hasta diez
lo harán otra vez
pero a tus espaldas en esta ocasión,
amigo mío.
Los que giran y reparten y dan vueltas
y se mueven rápidamente
y que juegan con todos en su mundo
de caja de arena.
Y no puedes encontrarlo en los tontos sin talento
que están a tu alrededor adulando
y que hacen las leyes para los que tienen talento.
Y no está en los que no tienen talento
y creen que lo tienen
y piensan que te están engañando.
Los que saltan al furgón
durante un rato porque saben que está de moda
correr una aventura, salir pitando de ahí
y hacer toda clase de dinero y chicas.
Y te gritas a ti mismo
y arrojas el sombrero
diciendo: ¿tengo que ser de esta manera?
¿no hay nadie aquí que sepa de qué voy yo?
¿no hay nadie aquí que sepa cómo me siento?
Dios Todopoderoso
NADA DE ESTO ES REAL
No, pero ése no es tu juego, ni siquiera tu estilo.
No puedes oír tu nombre,
no puedes ver tu cara.
Tienes que mirar a otro lado
y ¿dónde buscas
esa esperanza?
¿Dónde buscas esa vela que brilla?
¿Dónde buscas ese petróleo
que mana a borbotones?
¿Dónde buscas esa vela que brilla?
¿Dónde buscas esa esperanza
que sabes que está allí
y fuera de allí en algún otro lugar?
Y tus pies sólo pueden caminar
por dos clases de carretera.
Tus ojos sólo pueden mirar
por dos clases de ventanas.
Tu nariz sólo puede oler
dos clases de vestíbulos
y puedes tocar y dar vueltas.
Y girar dos clases de picaportes
Tu puedes ir a la iglesia que se te antoje,
o puedes ir al Brooklyn State Hospital.
Encontrarás a Dios en la iglesia
que hayas elejido;
encontrarás a Woody Guthrie
en el Brooklyn State Hospital
Y aunque sea sólo mi opinión
y quizá tenga razón o quizás esté equivocado,
encontrarás a los dos
en el Gran Cañón
al atardecer.
Gracias, José Carlos!!
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