Los álbumes 'malditos' de Dylan, un recorrido por sus trabajos discográficos más discutidos
Tan aclamado como odiado, la eterna espiral donde se rozan las emociones compartidas y las encontradas. Los extremos se tocan cuando se trata de considerar la trayectoria musical y poética de un artista como Bob Dylan, con una carrera discográfica tan dilatada e intensa como la que el juglar ha venido aportando al mundo del folk y el rock. Unos trabajos, creativos y visionarios, sometidos a una permanente observación por la crítica en púlpitos tan prestigiosos como las revistas y periódicos internacionales, esbozados por plumas de biógrafos y dylanólogos, aquilatados por el termómetro del público y seguidores, quienes no siempre, afortunadamente, han estado del lado de este bardo musical. Dylan, un personaje huidizo, distante, odiador de periodistas; un poeta comprometido, desgarrador, sensual; un compositor versátil con un estilo singular e identificable, prisionero de las ondas del huracán de sus altibajos creativos, tan sorprendentes emocional como espiritualmente mágicos, han marcado su obra creativa de una manera desigual, granjeándose por igual adictos y descontentos. No necesariamente estoy de acuerdo con la crítica que señala aquí y allá las piedras donde ha tropezado el juglar, de ahí que no suscriba las puyas cosechadas en los vinilos Nashville Skyline y Under the red sky. Solo en estos títulos que subo al blog intuyo reside gran parte de esa crítica, lamentablemente pocas veces constructiva y siempre demoledora, pero de donde igualmente podemos extraer joyas que por su rareza alcanzan un valor incalculable.
Escucha aquí Big Yellow Taxi
A finales de la década de los setenta, marcados por una gran creatividad y conexión con el público, Dylan siembra de nuevo la controversia a nivel mundial con la publicación del directo At Budokan, una recopilación de los conciertos ofrecidos en el viejo teatro de Tokio en 1978. Con desigual aceptación, ya fuese en Extremo Oriente, Estados Unidos y ya en 1979 con su publicación en Europa, At Budokan ruboriza a muchos purista del bardo. La mayor crítica la recibió al ser considerado un álbum de la denominada época Las Vegas, alusiva a los peculiares arreglos de las canciones y su puesta en escena como música de salón. Coristas y una infinidad de músicos formando orquesta siembran la duda en el público, que se siente arponeado por las nuevas lindezas estilísticas del juglar. Sin embargo, Janet Maslin, de la revista Rolling Stone, disculpa al juglar al considerar que "esta última edición en directo de sus viejas canciones tiene el efecto de liberar a Bob Dylan de sus orígenes. Y los orígenes, bien duraderos, bien bonitos, constituyen una terrible carga". En definitiva, un álbum que gusta ardorosamente o dolorosamente chirria.
Y de nuevo camino de mediados y finales de otra década, en este caso de los ochenta, Dylan pone al público en frente y le sentencia algo así como esto es lo que hago y posiblemente mañana también, y se saca de la chistera las grabaciones en estudio Knocked out loaded (1986) —una cara distinta a la que está ofreciendo a sus seguidores sobre los escenarios en la gira con Tom Pety & The Heartbreakers— y Down in the groove (1988), con el que finalmente deja descolocado al personal, crítica incluida. Las canciones de Knocked tienen un fraseo fantástico, buenas composiciones como Under your spell, y los descartes del Empire Burlesque (1985) Driftin' too far from shore y Brownsville Girl, esta última la ópera prima escrita con el dramaturgo Sam Shepard, constituyen quizá los pilares de este álbum al que una mayoría del público —al que parece no agradan las coristas- lo ignoró.
Escucha aquí Under your spell
Menos fortuna alcanzó Down in the groove, el álbum de 1988 nacido en un periodo de desasosiego, en la búsqueda de un rumbo que no llegaba sobre una carretera polvorienta. La canción Silvio destaca sobre el resto, una composición con garra suficiente para escalar los escenarios. Dylan aporta además de su cosecha Had a dream about you, baby, destacable y Death is not the end, superficial pero íntima, y me agrada la versión de Shenandoah. Cogiendo un poco de aquí; otro de allá desempolvamos el vinilo y lo pinchamos de vez en cuando. Tanto la discográfica como Dylan se percataron meses después del escaso apoyo recibido por el público, y entonces fue cómo en 1989 el juglar viajó a Nueva Orleans en compañía del productor Daniel Lanois, músicos escogidos y un estudio de grabación portátil. Aquella carretera por fin encontró su destino.
2 comentarios:
Increible todo lo que has escrito! Sos periodista? Muy buen trabajo !!
Recuerdo muy bien los comentarios sobre 'Dylan gone Vegas', sin embargo cuando la gira llegó a Europa en junio todo fue elogios, tanto por parte de los fans como de la prensa, y sobre todo la prensa musical de Londres, que se pelearon para sacar suplementos celebrando la vuelta del "Master". Siempre recordaré el momento de los bises en la ultima noche de Earls Court. Pensé que nunca volvería ir a ver a Dylan y quise guardar ese momento en mi 'ojo de la mente' para siempre. Tanto que pasé de ir a Blackbushe, como era un festival, no quise 'contaminarme' con los demás artistas. Buen blog, sir!
Publicar un comentario