Dylan cierra hoy en Londres su gira europea con más incertidumbres que momentos estelares
Esta noche el HMV Hammesmith Apollo abrirá de nuevo sus puertas para el tercero de los conciertos contratados en Londres con el que Bob Dylan concluirá la esperada gira de otoño por Europa compartiendo cartel con Mark Knopfler, quien aparte de actuar con su banda en la primera parte, suele acompañar a Dylan en las cuatro primeras canciones de su repertorio. Londres es un escenario talismán para este juglar, el día de su desembarco en la isla contaba con el aval de haber vendido todas las entradas para las tres actuaciones. Lleva Dylan la friolera de treinta conciertos este otoño manteniendo una regularidad asombrosa, con un bagaje musical propio de un artista de su talla. Salta a la vista, no obstante, una evidente monotonía escénica que este maestro de la composición contrarresta con su sorprendente espontaneidad, pero a quien la interpretación, ay, se le viene atragantando desde hace tiempo. He escuchado algunas canciones de varios conciertos de este otoño, del que guardo en la dylanteca el ofrecido en Nottingham el 11 de octubre, donde sonaron interesantes versiones de Visions of Johanna o Nattie Moore. La estrella de su mito, de su legendaria epopeya, de su incontestable versatilidad y originalidad musical es el bien más aquilatado de Dylan y su baluarte sobre los escenarios. Su sola presencia despierta la misma admiración entusiasta que en cualquiera de sus otras facetas artísticas: tan querido como injustamente criticado, estimado y a veces vilipendiado, pero siempre impertérrito en el ojo del huracán, nunca pasa desapercibido, sus movimientos son seguidos por sus fieles parroquianos con auténtica dadivosidad. Esa legión de incondicionales asusta por la fe ciega que profesan sobre el artista, acostumbrado a desmitificar cuantas etiquetas arrastra desde sus comienzos. No es censurable que el mundo dylaniano se exprese así, acaso hemos aprendido de Dylan sus más certeros mensajes, aunque no las formas, por lo que creo que sobra tanto el fervor desmedido como la crítica destructiva. Y esto viene a recuento de una gira que, en mi opinión, ha pasado con más incertidumbres que momentos estelares, los ecos de sus conciertos se han quedado al pairo de la tormenta, a lo mejor se esperaba demasiado, pero esta es su segunda incursión a Europa en un año y la apuesta era muy alta. A veces creo que el público que acude a sus conciertos lo hace con evidente intención de admirar, al menos una vez en su vida, a su artista más idolatrado, yo al menos así lo hice en las tres ocasiones que asistí a sus conciertos, de los que guardo un recuerdo desigual de sus actuaciones en 1989, 2004 y 2008. En la actualidad, Dylan sorprende favorablemente más en estudio que en directo y esto, aunque pueda significar una herejía, es algo de lo que me voy convenciendo a la vista de los juegos de este nómada en permanente revival.