Farewell ambienta la nueva película de los Coen, que abreva en las memorias de Dave Van Ronk


Los hermanos Ethan y Joel Coen han puesto de nuevo su mirada en la música de Bob Dylan —en 1998 lo hicieron con el tema The man in me en El Gran Lebowski— para promocionar su última película, Inside Llewyn Davis, ganadora del Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes 2013 (accede a la crónica del crítico Carlos Boyero desde la ciudad francesa). Farewell, la canción que Dylan grabó en enero de 1963 durante las sesiones de Broadside y que interpretó por primera vez en el Gerde's Folk City el 8 de febrero, sirve de fondo musical para contarnos la historia del mundo del folk durante la década de los sesenta en el Greenwich Village neoyorquino, donde se desarrolló la más creativa, inconformista, transgresora y bohemia generación que puso en jaque los métodos de gobierno de las administraciones y musicalmente supuso un renacimiento del folk acústico. Los Coen abrevan en las memorias de uno de los principales exponentes de aquel momento, el cantautor Dave Van Ronk (fallecido en 2002), para llevarnos de la mano del actor Oscar Isaac por los vericuetos narrados en sus memorias por el alcade de McDouglas Street, como popularmente se conocía al veterano músico.

Fotograma de la película.
Farewell, en la versión dylanesca, está inspirada en la balada tradicional inglesa The living of Liverpool, una hermosa y nostálgica canción del emigrante que a bordo de un barco emprende viaje a Estados Unidos dejando atrás a familiares y amigos. Versos sobrecogedores se deslizan en unos acordes tristes y melancólicos: Adiós amor de mi vida, nos encontraremos otro día, en otra ocasión, no es el partir lo que me duele, sino el amor que va a quedar atrás. Una canción que con el tiempo se convirtió en un cántico marinero y como tal llegó al cancionero popular estadounidense donde se instaló. Bob Dylan adaptó melodía y letra, conservando parte de ambas, y el 19 de enero de 1963 la grabó para la revista folk Broadside —que publicaba letras y canciones de cantautores, casi siempre bajo seudónimo, el del juglar era Blind Boy Grunt—, siendo su presentación en directo en el Gerde's Folk City la noche del 8 de febrero, una versión que Dylan interpreta con Harry Traum al banjo y segunda voz. Farewell también fue interpretada por el juglar en el programa de radio de Stud Terkel en abril y animado por su aceptación la registró con guitarra y armónica en la primera sesión de grabación del álbum The times they are a-changing el 6 de agosto de 1963, aunque resultó ser una toma incompleta, quedando finalmente fuera del disco. No obstante, la canción circuló en cintas piratas durante aquellos meses y siguientes, siendo las más conocidas Banjo Tapes, donde en la primera parte se recoge la actuación del Gerde's, el vinilo Rare bitch of little wonder, que incluye idéntica versión, y Whitmark Years con recopilaciones inéditas y descartes de 1962 a 1964, el mismo que Sony Music publicó oficialmente como volumen 9 de la colección Bootleg Series en 2010.

Portada de Inside Dave Van Ronk.
Dave Van Ronk nació en Brooklyn en 1936, aunque pronto se instalaría en el Greenwich Village, donde desarrolló toda su carrera musical, un mundo artístico para el que Van Ronk se preparó a fondo gracias a su talento, que le permitió dominar el corpus del cancionero tradicional estadounidense, amante del jazz, blues, folk y el ragtime, que practicaba con auténtica devoción, además de las lecturas de Bertolt Brecht. Amigo de sus amigos, preparaba y daba cobijo a jóvenes talentos de la música, entre ellos Bob Dylan, que durmió en un sofá de su apartamento más de una noche, y quien le tomó prestada la versión que Van Ronk hizo de la canción House of the rising sun que el juglar publicaría en su primer álbum. El sello discográfico Smithsonian Folkways Recordings editó las composiciones del músico neoyorquino, recordado entre otros por los álbumes Inside Dave Van Ronk, Dave Van Ronk and the ragtime y los directos grabados en Roma y en Sir George Williams University, además de por su actuación en el Festival de Newport en 1963. Sus relatos autobiográficos han fascinado a los hermanos Coen, quienes ahora llevan esas páginas al celuloide.

Escucha aquí la primera vez que Dylan cantó Farewell en directo
 en el Gerde's Folk City el 8-2-1963 junto con Harry Traum

Trailer de la nueva película de los hermanos Coen
 con el fondo musical de Farewell, de Dylan.

Y aquí la versión de la balada inglesa The leaving of Liverpool
por la banda The Dubliners.

Escucha una de las últimas actuaciones de Dave Van Ronk en el
Elis Whitney Folk Festival de New Haven el 15-9-2001, donde
interpretó una versión de la canción de Dylan Buckets of rain.


Adiós

Esto es la despedida, amor mío.
partiré al amanecer
hacia el golfo de México
o a las costas de California,
así que adiós amor de mi vida
nos encontraremos en otro día, en otra ocasión.
No es el partir
lo que me duele
sino el amor que va a queda atrás.

El mal tiempo no me ayuda cuando el viento sopla con fuerza
la lluvia se convierte en graizo,
tal vez encuentre fortuna en la carretera del oeste
aunque viaje por una senda trillada.
Así que adiós, amor de mi vida.

Te escribiré una carta de vez en cuando
mientras vaya errante seguirá a mi lado
con la cabeza, el corazón y las manos, amor mío
te enviaré lo que aprenda.
Así que adiós, amor de mi vida.

Te contaré mis penas y alegrías
sean mías o de otros
con las manos en los bolsillos y el cuello del abrigo levanatado
viajaré de incognito sin que reparen en mí.
Así que adiós, amor de mi vida.

Me hablan de un pueblo adonde puede que vaya,
está abajo, en las llanuras mexicanas,
dicen que los de allí son todos muy cordiales
y solo preguntan por tu nombre.
Así que adiós, amor de mi vida
nos encontraremos otro día, en otra ocasión.
No es el partir
lo que me duele,
sino el amor que va a quedar atrás.


Pie de foto: Arriba, Bob Dylan, Suzce Rotolo y Dave Van Rock en la West 4th Strret de Nueva York en 1963. (Autor: Jim Marshall)

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Lily, Rosemary and Jack of Hearts y los enigmas del concierto en Salt Lake City 25-5-1976


Entre resignado y esperanzado deambula el coleccionismo dylaniano mundial cuando sale a relucir el concierto de Salt Lake City (Utah) en mayo de 1976. Y es que no se pueden concitar mayores infortunios en un solo espectáculo del que es considerado actualmente como una de las actuaciones más enigmáticas de Bob Dylan, pues al infortunio de no disponer de una grabación ni fotografías del concierto, al juglar no se le ocurre otra cosa aquel día que interpretar Lily, Rosemary and the Jack of Heart y presuntamente Black Diamond Bay, que debutaron en directo y a partir de entonces nunca más se volverían a escuchar sobre un escenario. Un documento sonoro tentador que de aparecer ahora, más de treinta años después, supondría una revolución discográfica. Sin duda los coleccionistas lo aquilatarían como una joya impagable. La cuestión está en saber si la discográfica de Dylan dispone de este registro sonoro. No sería descabelllado suponer que el concierto estuviese entre las miles de cintas que dan fe de los conciertos de Dylan. Quizá algún día Sony Music nos sorprenda con la publicación de ambas canciones en un bootleg, quizá sea demasiado soñar con aquella noche donde se bajó el telón de la segunda y última gira con los músicos, poetas, dramaturgos y gente de la bohemia que conformaban esa creativa troupe llamada Rolling Thunder Revue.

El de Salt Palace Arena hubiera pasado por un concierto más de aquella gira cuyo planteamiento y puesta en escena desde 1975 habían satisfecho musical y artísticamente a Bob Dylan. Según las crónicas de prensa de los días siguientes, el concierto no se salió de los esquemas de los anteriores y la división sistemática de intervenciones se cumplió a rajatabla satisfaciendo por igual a los incondicionales que se rascaron el bolsillo para acceder al Salt Palace.  Nick Snow, desde el Desert News (recorte de prensa de la izquierda), informaba de las excelentes interpretaciones de los miembros de la Rolling, de la primera parte de un Dylan "que se presentó sin fanfarria, se acercó al micrófono mientras rasgaba las cuerdas de su guitarra mirando alrededor suyo, el público esperaba en silencio hasta que el hombre cantó: Hey, Mr. Tamborine man, con su peculiar estilo, el público reaccionó con un rugido de apreciación quedando camuflado el primer verso de la canción". Después de un bloque de canciones del juglar, intervino Joan Baez, que cantó a capela una versión de Do right woman, do right man, y la alegre Dancing in the streets. Sweeter for me dio paso a la bella Diamonds and rust, tras la cual "Dylan regresó al escenario y juntos cantaron Blowin' in the wind y Big Jim, Rosemary and the Jack of Hearts".

 Baez y Dylan durante uno de los conciertos en 1976.
Esta es la primera constatación de que Bob Dylan interpretó Lily... aquella noche, y lo hizo cambiando el título por el de Big Jim, Rosemary and the Jack of Hearts, a tenor de lo que entendió el periodista. Big Jim es el personaje principal de la historia del salvaje oeste que nos narra la canción. Es, además, uno de los personajes usados por su admirado Woody Guthrie en su relato Bound for glory, el libro de cabecera del juglar durante sus comienzos. Otro testimonio que aporta la veracidad de la interpretación de esta canción en el Salt Palace es el que ofreció el técnico de guitarras de la Rolling Thunder Revue, Joel Bernstein, al escritor Howard Sounes, autor de La biografía, uno de los textos imprescindibles, además del de Scadutto, sobre la vida del juglar."Yo estaba en el tour y recuerdo muy bien aquella actuación", sostiene Bernstein, quien agrega además que Dylan llevaba escrita "en la muñeca de su mano o en el puño de la camisa el primer verso de cada estrofa para no olvidar la letra"; en su opinión hubiera filmado este concierto antes del de Fort Collins, "fue muy superior", asegura. El cronista del Desert News, por su parte, no dice nada sobre la presunta interpretación de Black Diamond Bay, igual que su colega del The Salt Lake Tribune (recorte de prensa de la derecha), David L. Beck, quien en general alude al buen concierto ofrecido por la RTR, a la que dedica su más ansiado deseo de que siga rolando, menciona la interpretación conjunta de Dylan con Baez en el tema Railroad boy, y llegando al turno del juglar escribe: "Dylan se paseaba en solitario con su guitarra, un pañuelo cubriéndole la cabeza, la armónica acoplada alrededor de su cuello, entonces empezó a cantar, no había duda, con su hermoso tono nasal Mr. Tamborine man y Gates of eden, luego Van Gogh con Neuwirth y cuatro más con la banda". La crónica de Beck no avanza más de Diamond and rust, por lo que no menciona la interpretación de Lily... Un día después, en la edición del The Daily Utah Chronicle, el periodista Jeff Howry confirma también la canción del Blood on the tracks, pero nada menciona con respecto a la clásica de Desire, la cual solo parece haber existido en directo aquella noche para el periodista Joseph Werfelmann, quien lo asegura en su artículo Rolling Thunder still rolling, según la página web de Bjorner.

Portada del vinilo pirata Passed over
and Rolling Thunder, 1976
Lily....- Lily, Rosemary and the Jack of Hearts fue grabada en la versión alternativa el 16 de septiembre de 1974 en los A&R Studios de Nueva York para el álbum Blood on the tracks. Sólo se realizó una toma, que es la que conocemos en el Bootleg Series vol. 1-3 (1991), si bien en 1976 la versión ya circulaba en el doble vinilo pirata Passed over and Rolling Thunder, en cuya cara 3 se grabaron cuatro canciones (tomas alternativas) de las sesiones de Nueva York. Una copia de este disco comenzó a circular un año después en el mercado negro con el título Bloodtakes. Dos cedés también piratas en 1997 y 1998, Blood on the tapes y Blood on the tracks New York sessions, respectivamente, presentaban una colección completa de los descartes y tomas alternativas de uno de los discos considerados obra maestra del juglar. Lily.... sufrió arreglos en diciembre de 1974 en los Sound 80 Studios de Minneapolis, a la que se dotó de un ritmo más acelerado y la armónica tal y como la conocemos en el Blood on the tracks oficial. La canción, como las de hondo estilo dylaniano, nos narra una historia visionaria, como posteriormente encontraremos en Black Diamond Bay o Isis, con antecedentes tan poéticos como Sad-eyed lady of the lowlands o Desolation Row, con ese realismo entre ficticio y real que nos mantiene intrigados hasta ver qué acontece en la estrofa siguiente. El juglar esboza el perfil de Lily con gran ternura y entereza: Lily era una princesa, pálida y delicada como una niña/ hacía lo que debía con su sonrisa radiante/ venía de un hogar roto y había tenido mil historias raras/ con hombres de todo tipo que la llevaban adonde fuera/ pero jamás había conocido a nadie como la sota de corazones, y la sitúa en un mundo de adversidad que afronta con decisión, envuelta ese enigmático mundo del tarot y la cartomancia, en donde la sota de corazones se nos aparece como símbolo de la soledad, aislamiento, irregularidad y falta de decisión.

Si bien el juglar no se ha prodigado con la interpretación de esta canción en directo, sí lo han hecho otros músicos como Robert Hunter, quien en clave acústica bordó esta canción en el concierto del Palace Theater Albany (NY) en mayo de 1997; Simplicity lo hizo en julio de 2006 durante su actuación en Beaver Island (Michigan), mientras Mary Lee's Corvette y Joan Baez popularizaron esta canción con versiones country.


Escucha aquí Lily, Rosemary and Jack of Hearts en la versión alternativa
grabada en las sesiones de Nueva York en 1974.

Y aquí la versión de Joan Baez.


Lily, Rosemary y la sota de corazones.

La fiesta y los chicos preparaban un golpe,
el cabaret quedó en silencio salvo por el taladro en la pared,
ya no había toque de queda ni ruleta en marcha,
la gente sensata había dejado la ciudad,
él estaba en el umbral como la sota de corazones.

Atravesó el salón de espejos y dijo "Pago una ronda",
y todos siguieron con lo que hacían antes de volver sus cabezas,
luego se acercó a un extraño y sonriente preguntó:
"¿Sería tan amable de decirme a qué hora empieza el show?",
y se fue hasta el rincón, cabizbajo como la sota de corazones.

Tras el escenario, las chicas jugaban al descubierto en la escalera,
Lily tenía dos reinas y esperaba una tercera para el trío,
las calles se iban llenando, la ventana estaba abierta,
soplaba una fresca brisa, la sentías también dentro,
Lily subió la apuesta y le salió la sota de corazones.

Big Jim no se chupaba el dedo, suya era la única mina de diamantes
hizo su aparición habitual, tan fino y elegante,
iba con guardaespaldas, bastón de plata y cada pelo en su sitio,
tomaba lo que quería y luego lo desechaba,
pero gorilas y el bastón no valen lo que una sota de corazones.

Rosemary se peinó y fue a la ciudad en calesa,
entró por la puerta lateral como una reina sin corona
agitó sus pestañas postizas y le susurró al oído:
"Perdona, querido, la tardanza", pero él no parecía escuchar,
pues miraba absorto a la sota de corazones.

"He visto esa cara antes", Big Jim dijo para sí,
"quizá allá en México o en una foto de algún estante",
el gentío se puso a zapatear y la luz se atenuó,
y en aquella oscuridad sólo estaban él y Jim
contemplando la mariposa que había sacado la sota de corazones.

Lily era una princesa, pálida y delicada como una niña,
hacía lo que debía con su sonrisa radiante,
venía de un hogar roto y había tenido mil historias raras
con hombres de todo tipo que la llevaban adonde fuera
pero jamás había conocido a nadie como la sota de corazones.

El juez de la horca llegó desapercibido y fue agasajado con un festín
el taladro seguía sonando en la pared pero nadie parecía notarlo
todos sabían que Lily tenía un anillo de Jim
y que entre el rey y ella nada se interpondría
No, nada salvo quizá la sota de corazones.

Rosemary empezó a beber y a ver su reflejo en el cuchillo,
estaba harta de la atención, de interpretar a la esposa de Big Jim,
había sido muy mala, hasta había intentado suicidarse,
quería hacer una buena obra antes de morir,
miraba al futuro, cabalgando sobre la sota de corazones.

Lily se lavó la cara, se quitó el vestido y se deshizo de él,
"¿Se te acabó la suerte?", preguntó riendo, "supongo que  no ignorabas
que algún día sucedería
ojo con la pared, está recién pintada,
me alegra que estés vivo, pareces un santo",
por el pasillo se oían pasos que iban tras las sota de corazones.

El director de escena daba vueltas en torno a su silla,
"sucede algo raro en el aire", dijo, "lo puedo percibir"
Salió por el juez de la horca, pero el juez estaba borracho,
mientras el primer actor salía por pies en hábito de monje,
no había mejor actor que la sota de corazones.

Los brazos de Lily estrechaban al hombre que tanto amaba tocar,
olvidó del todo a aquél cuyo acoso ya no podía aguantar,
"te echaba de menos", le dijo, y él pensó que no mentía
aunque una vez fuera sintió celos y temor
no fue más que otra noche para la sota de corazones.

Nadie supo cómo, pero se dice que ocurrió rápidamente
se abrió la puerta del camerino y sonó el clic de un revólver trucado
y allí estaba Big Jim, ni siquiera sorprendido,
Rosemary junto a él mirando fijamente
estaba con Big Jim, pero inclinada hacia la sota de corazones.

Dos puertas más abajo, los chicos taladraron por fin el muro,
limpiaron la caja fuerte, y parece que se llevaron un buen botín,
en la noche se agazaparon junto al río a la espera
de un compinche que tenía algo pendiente en la ciudad,
no podían dar un paso sin la sota de corazones.

El día siguiente era de horca, se cernían negras nubes.
Big Jim yacía amortajado con un navajazo en la espalda,
y Rosemary en el cadalso ni siquiera parpadeó,
el juez de la horca estaba sobrio, ni una gota había bebido, 
sólo faltaba la sota de corazones.

En el cabaret vacío, un letrero "Cerrado por obras",
Lily ya había quitado todo el tinte de su pelo,
pensaba en su padre, a quien veía rara vez,
pensaba en Rosemary y en la ley,
pero sobre todo pensaba en la sota de corazones.

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Bob Dylan y Jerry García, última actuación juntos. RFK Stadium (Washington, 25-6-95)


Jerome Kern nació un año después que Dylan y murió como Jerry García un día cualquiera de agosto de 1995 en la ciudad de San Francisco. Era un halcón libre de convencionalismos sociales, que no es poco, el líder de los Grateful Dead y mítico icono de la contracultura estadounidense de la década de los sesenta tuvo a bien ganarse la merecida fama de zarandear al juglar de Minesota allá por 1987 y enseñarle el camino insondable de lo maravilloso que puede resultar el directo con acertados arreglos a vetustas canciones. Así Dylan aprendió que Joey y Queen Jane pueden subirse a un escenario con garantías de éxito y cómo Slow Train Coming tenía aristas interesantes por desarrollar fuera de los gospel tours. Tal fue el gesto de este estiloso guitarrista que subió al juglar a su banda y pusieron camino por las autopistas estadounidenses dando a conocer su mágica simbiosis.

Dylan y García en 1987.
De aquellos días de julio de 1987, que dejaron como huella el álbum en directo Dylan & the Dead, se forjó una sólida amistad entre ambos músicos, que se extendería al guitarrista de los Dead y letrista Robert Hunter con el que Dylan escribió los versos de Silvio y The ugliest girl in the world (para el álbum Down in the groove, 1988), nueve de las diez canciones de Together Through Life (excepto This dream of you, 2009) y la más reciente, Duquesne Whistle, para Tempest (2012). Esa amistad se traduciría en nuevas colaboraciones, bien en la actuación invitada en el Great Western Forum de Inglewood en 1989 y en los cuatro conciertos de junio en la recta final de gira de 1995, donde el último, celebrado en el Robert F. Kennedy Stadium de Washington, ha pasado a la historia como la última vez que ambos músicos compartieron escenario. Jerry García se incorporó al final para aportar su inconfundible sonido a la guitarra en It takes a lot to laugh, it takes a train to cray y  Rainy day women 12 & 35. La versión del blues es una de las mejores que he escuchado, toda una sinfonía de arte genuino. Ambos temas los he extraído del disco pirata Summer night 1995, producido por un tal The mistery tramp en 1996.

Escucha aquí a Dylan y García en
It takes a lot to laugh y Rainy day women 12 & 35
It takes a lot to laugh, it takes a train to cry by Bob Dylan on Grooveshark Rainy day women 12 & 35 by Bob Dylan y Jerry Garcia on Grooveshark

Carta de Dylan a Jerry.- No está fechada, pero intuyo que fue enviada un día a principios de 1993. Escrita de puño y letra del juglar en papel con membrete de un domicilio en Berverlys Hill, Dylan hace partícipe a García del proyecto, a través de su propio sello discográfico (Egyptian records), de grabar un álbum tributo al padre del country, Jimmie Rodgers, para lo cual avanza a su amigo Jerry García que está realizando arreglos en el tema My blue-eyed Jane, que considera muy apropiado para su interpretación en el disco. Asimismo le pregunta si ha escuchado la nueva versión que ha realizado de la canción Two soldiers, presuntamente en alusión a la que Dylan publica ese año en el álbum acústico World Gone Wrong, y "si no es demasiado pedirte" su colaboración en el proyecto. Todo marcha sobre ruedas, pues Dylan termina los arreglos del clásico de Rodgers y el tema es incluido en el disco (se grabó en 1994 y la parte vocal se regrabó en 1997 para su salida al mercado en agosto de ese año), mientras Jerry Garcia colabora con la canción Blue yodel #9 (Standin' on the corner) con David Grisman y John Kahn.

Pie de foto: Arriba, Dylan y García durante un momento del concierto en Washington el 25-6-1995. (Autor: John Hume)

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Los álbumes 'malditos' de Dylan, un recorrido por sus trabajos discográficos más discutidos



Tan aclamado como odiado, la eterna espiral donde se rozan las emociones compartidas y las encontradas. Los extremos se tocan cuando se trata de considerar la trayectoria musical y poética de un artista como Bob Dylan, con una carrera discográfica tan dilatada e intensa como la que el juglar ha venido aportando al mundo del folk y el rock. Unos trabajos, creativos y visionarios, sometidos a una permanente observación por la crítica en púlpitos tan prestigiosos como las revistas y periódicos internacionales, esbozados por plumas de biógrafos y dylanólogos, aquilatados por el termómetro del público y seguidores, quienes no siempre, afortunadamente, han estado del lado de este bardo musical. Dylan, un personaje huidizo, distante, odiador de periodistas; un poeta comprometido, desgarrador, sensual; un compositor versátil con un estilo singular e identificable, prisionero de las ondas del huracán de sus altibajos creativos, tan sorprendentes emocional como espiritualmente mágicos, han marcado su obra creativa de una manera desigual, granjeándose por igual adictos y descontentos. No necesariamente estoy de acuerdo con la crítica que señala aquí y allá las piedras donde ha tropezado el juglar, de ahí que no suscriba las puyas cosechadas en los vinilos Nashville Skyline y Under the red sky. Solo en estos títulos que subo al blog intuyo reside gran parte de esa crítica, lamentablemente pocas veces constructiva y siempre demoledora, pero de donde igualmente podemos extraer joyas que por su rareza alcanzan un valor incalculable.

De Seflfportrait (1970) a Down in the groove (1988) transcurre un periodo de luces y sombras en la trayectoria musical de Dylan. Momentos de gran creatividad se dan la mano con inciertas composiciones. Selfportrait nace viciado después de un periodo esplendoroso e irrepetible. El sosiego que encuentra el músico en su retiro en Woodstock pasa factura a su palmarés discogràfico. El público recibe perplejo este álbum de versiones, porque Selfportrait es un trabajo donde Dylan desata su pasión por la interpretación, a veces melosa, de viejos éxitos del country y blues, una actitud desconcertante para un público ávido de nuevos Blonde on Blonde que nunca volverán, afortunadamente. La senda de las versiones es tan extensa que el material grabado da para varios álbumes. Pero Dylan sabe que Selfportrait ha levantado un muro entre él y el público, aunque el juglar se siente reconfortado en su prurito musical y cambia a medias el registro en New Morning, lo que le devuelve el favor de la crítica y seguidores. Si no fuera por su marcha al sello discográfico Ayslum Record en 1973, no hubiera tenido que soportar el juglar y una gran parte del público la venganza de Columbia que publica el álbum Dylan con restos de aquellas grabaciones. Para entonces, Dylan y The Band están terminando Planet Waves (1973) y el efecto de revancha de la CBS se queda en un brindis al sol. No obstante, el elepé Dylan, también conocido como A Fool such I, contiene algunas joyas como The ballad of Ira Hayes, Big Yellow Taxi (un clásico de Joni Mitchel) y las entrañables Can't help falling to love y A fool such I de Elvis Presley. Un álbum que pasó desapercibido, un álbum que nadie elogia, un álbum desconocido, con su luces y sombras, quizá el tiempo le haga justicia.

Escucha aquí Big Yellow Taxi


A finales de la década de los setenta, marcados por una gran creatividad y conexión con el público, Dylan siembra de nuevo la controversia a nivel mundial con la publicación del directo At Budokan, una recopilación de los conciertos ofrecidos en el viejo teatro de Tokio en 1978. Con desigual aceptación, ya fuese en Extremo Oriente, Estados Unidos y ya en 1979 con su publicación en Europa, At Budokan ruboriza a muchos purista del bardo. La mayor crítica la recibió al ser considerado un álbum de la denominada época Las Vegas, alusiva a los peculiares arreglos de las canciones y su puesta en escena como música de salón. Coristas y una infinidad de músicos formando orquesta siembran la duda en el público, que se siente arponeado por las nuevas lindezas estilísticas del juglar. Sin embargo, Janet Maslin, de la revista Rolling Stone, disculpa al juglar al considerar que "esta última edición en directo de sus viejas canciones tiene el efecto de liberar a Bob Dylan de sus orígenes. Y los orígenes, bien duraderos, bien bonitos, constituyen una terrible carga". En definitiva, un álbum que gusta ardorosamente o dolorosamente chirria.

Y de nuevo camino de mediados y finales de otra década, en este caso de los ochenta, Dylan pone al público en frente y le sentencia algo así como esto es lo que hago y posiblemente mañana también, y se saca de la chistera las grabaciones en estudio Knocked out loaded (1986) —una cara distinta a la que está ofreciendo a sus seguidores sobre los escenarios en la gira con Tom Pety & The Heartbreakers— y Down in the groove (1988), con el que finalmente deja descolocado al personal, crítica incluida. Las canciones de Knocked tienen un fraseo fantástico, buenas composiciones como Under your spell, y los descartes del Empire Burlesque (1985) Driftin' too far from shore y Brownsville Girl, esta última la ópera prima escrita con el dramaturgo Sam Shepard, constituyen quizá los pilares de este álbum al que una mayoría del público —al que parece no agradan las coristas- lo ignoró.

Escucha aquí Under your spell

Menos fortuna alcanzó Down in the groove, el álbum de 1988 nacido en un periodo de desasosiego, en la búsqueda de un rumbo que no llegaba sobre una carretera polvorienta. La canción Silvio destaca sobre el resto, una composición con garra suficiente para escalar los escenarios. Dylan aporta además de su cosecha Had a dream about you, baby, destacable y Death is not the end, superficial pero íntima, y me agrada la versión de Shenandoah. Cogiendo un poco de aquí; otro de allá desempolvamos el vinilo y lo pinchamos de vez en cuando. Tanto la discográfica como Dylan se percataron meses después del escaso apoyo recibido por el público, y entonces fue cómo en 1989 el juglar viajó a Nueva Orleans en compañía del productor Daniel Lanois, músicos escogidos y un estudio de grabación portátil. Aquella carretera por fin encontró su destino.

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Edición para coleccionistas del primer álbum de Dylan en el Record Store Day de Fuentes Guerra



Cartel anunciador del Record Store
Day en Discos Fuentes Guerra.
Como en los viejos tiempos. La búsqueda del vinilo sigue siendo un motivo para el reencuentro con las míticas tiendas de discos, auténticas galerías de arte en sus más variadas manifestaciones, que han sabido captar en los últimos años el creciente interés del melómano por recuperar el clásico formato de la grabación musical. Con una cuidada edición de sus carpetas y prensados en 180 gramos para reforzar la calidad del producto, los vinilos son, para los de siempre, piezas de colección que crean escuela sin nostalgía, y objetos de curiosidad para quienes no han conocido más formato que el cedé. Fuentes Guerra, la clásica tienda de discos de Córdoba, hoy además centro de promoción de músicos que intepretan sus trabajos en el local y un universo para los amantes de la lectura y cine, abrió sus puertas con estas ilusiones para vivir la jornada del Record Store Day celebrada en abril. De sus estanterías me agencié este doble vinilo editado por el sello británico Not Now Music Record que presenta al primer album del juglar, Bob Dylan (1962), en sus grabaciones con audios mono y estéreo y con el que contribuye a engrosar la lista de discos importados que desde mediados de la década de 2000 están llegando a España de diferentes sellos discográficos europeos y estadounidenses con recopilaciones y conciertos del juglar de Minesota. La edición del álbum es puro arte, con fotografías de Don Hunstein que nos muestran a un joven Dylan durante las sesiones de grabación del que iba a ser su primer disco, además de una gran instantánea a color realizada por Tony Frank durante la gira de primavera en Londres en 1965. La foto de portada nos descubre a Dylan en su días del Greenwich Village, a caballo entre este disco y el tercero, The times they are a-changing. Unas notas del escritor Michael Heatley contribuyen a documentar el momento de la grabación del álbum (en noviembre de 1961) y esboza a vuela pluma la trayectoria inicial y comprometida de Dylan en aquella época. Un sonido excelente envuelve a los dos vinilos, recomendable a quien guste escuchar la música grabada en audio mono.


Público asistente busca entre vinilos en la tienda de Discos Fuentes Guerra
durante el Record Store Day. (Foto: Luis Alguacil) 
Dos de los dj que pincharon su repertorio en Fuentes Guerra. (Foto: L.A)

Los hermanos David (en primer término)
y Alvaro Fuentes Guerra (detrás),
atendiendo al público asistente.
Encuentros vinílicos.- Alvaro y sus hermanos David y Caty Fuentes Guerra, junto con familiares y amigos que colaboraron desde el primer momento, se volcaron durante semanas en la organización del Record Store Day, un evento que ha fortalecido el encuentro entre comercio y público y que ha dejado huella en la importancia de adquirir la música a través de sus canales de distribución oficiales. Nostálgicos de una canción o artista, buscadores de esos discos que perdieron durante una mudanza, que prestaron y jamás volvieron a sus discotecas particulares, rastreadores de ediciones nacionales, esa reposición del vinilo rayado o mordido, para todos hubo una posibilidad y a la vista de los resultados nadie quedó indiferente. Fuentes Guerra había preparado un variado tentempié y un barril de cerveza para animar el mediodía, y pronto la camaradería surgió entre los parroquianos acostumbrados a encuentros en directo en la tienda con la música y las letras. Para la ocasión, se había montado un mercadillo de vinilos, formado por discos que el público había ido entregando semanas antes y que Fuentes Guerra valoró y adecentó para su adquisición. Una dedicación, minuciosa y paciente de los organizadores, que evaluaron con buen criterio. El público dispuso en sus manos de la historia de varias generaciones musicales, mientras varios djs: David dj, Jesús Zamora, M. Fresno y Dj Gonzo pincharon en el plato lo mejor de su repertorio.

De esta guisa me hice con Cambio de Guardia, el sencillo de Bob Dylan extraído del álbum Street Legal, en su edición española de 1978, un ejemplar imprescindible y cuya ausencia resultaba imperdonable en mi dylanteca. El sencillo comparte la cara B con Nuevo Pony, una bella canción del mismo álbum. Para rematar la faena encontré la ganga materializada en el álbum Thick as a Brick (1972), la ópera prima de la banda británica Jethro Tull con una de las portadas más originales del rock, un disco con surcos en buen estado pese al tiempo en que fue publicado. Fue un día de esos que uno echa de menos por auténtico.

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Dylan finaliza el tour por USA 2013 y encara la AmericanaramA con Wilco y The Morning Jacket

Actuación de Dylan en Charleston el 4 de mayo. (Foto: David Oppenheimer).



El anfiteatro de la vieja ciudad española de St. Augustine de La Florida (escucha el concierto completo al final de este reportaje) fue el lugar escogido por Bob Dylan para finalizar el pasado domingo (5 de mayo) el tour que desde mediados de abril le ha llevado por escenarios estadounidenses donde ha dejado al público lo mejor de su blues y rock, respaldado por una banda de músicos virtuosos en la que se estrenaba el guitarrista Duke Robillard. He podido escuchar —aunque no en directo— dez de los ventitrés conciertos del tour (el de Amherst es sencillamente magistral), todos ellos con un libreto en el que, salvo en contadas ocasiones, no han variado las canciones ni las secuencias con las que fueron interpretadas. De ahi que temas como Highway 61 y Workingman's blues #2, que sólo se escucharon en Buffalo y Champaign, respectivamente, sean dos de las piezas más buscadas, mientras la tercera interina, Summer days, tuvo algunos días más de gloria. Conversando a través del facebook con Dani Vázquez, a quien conozco desde el concierto en Bilbao el pasado año, elucubramos en torno al rumor de que la discográfica esté barajando la posibilidad de editar un álbum en directo, ya que otros proyectos acometidos en este sentido partieron de igual planteamiento y práctica. Una idea a la deriva que podría encontrar en la gira de este año un rumbo acertado, no ha habido disco oficial en directo, exceptuando las series bootlegs, desde el Unplugged de 1995, las versiones y sonido este año tienen calibre para ello. Dylan nos sorprendía en el concierto de apertura de gira en Buffalo situando por primera vez Things have changed para abrir la actuación y ahí se ha mantenido hasta el final, destacando la versión en el escenario de Akron, Ohio, la noche del 19 de abril.

Things have changed, Akron (Ohio)
Dylan (a la derecha) y su banda con Robillard en el centro del escenario.

Ha sido este el tour de las ausencias señaladas —y diría hasta necesarias para la interpretación de canciones míticas y nuevas— de Like a rolling stone y Blowin' in the wind, de la recuperación de una enigmática What good am I?, del excelente sonido que envuelven los temas de su último álbum de estudio, Tempest (2013), dignificando una soberbia Visions of Johanna y emocionándonos con el enésimo arreglo de Tangled up in blue. Me ha parecido un juglar más sosegado —el bueno de Charley Sexton nos llevaba en volandas sobre los acordes de su arrolladora guitarra—, y en esa serenidad navega una banda que trasmite sobre el escenario su más cálida y virtuosa maestría. Me gusta escuchar la divertida musicalidad —el contrabajo de Garnier mano a mano con el punteo eléctrico de Robillard y la acústica de Kimbal marcando el ritmo— y el fraseo dylaniano de Summer days en el concierto de Lewiston el diez de abril.

Summer days, Lewiston (Maine)
Summer days by Bob Dylan on Grooveshark

Pay in blood, Ithaca, 14 de abril
Pay in blood by Bob Dylan on Grooveshark

St. Augustine.- El concierto en St. Augustine, con el que se bajó el telón a este primer tour de la gira 2013, muestra a una banda sólida, con ganas de dar mucho de sí. La reiteración casi cansina de la lista de canciones concierto tras concierto sirve como ensayos para llegar a esta pequeña ciudad del noroeste de Florida con los acordes bien conjuntados y un desarrollo musical de gran ejecución, aunque a veces se echa en falta espontaneidad, pues este último concierto del tour suena a veces como si estuvieran tocando en estudio. La versión de Things have changed es fantástica, así como Love sick, a lo que contribuye un Duke Robillard más suelto que en los primeros conciertos. Los temas de Tempest son bien recibidos por un público que rinde tributo a un juglar que ha sabido adaptarse a los tiempos.


AmericanaramA.- Y mientras se desmontan los focos del último concierto, Dylan ya ha confirmado su participación en el festival de música AmericanaramA para este verano, un tour que comenzará el 26 de junio en el anfiteatro de West Palm Beach de Florida en un cartel que comparte con las bandas estadounidenses Wilco y My morning Jacket. El tour tiene previsto echar el telón el 4 de agosto en California y se espera que para entonces se haya concretado la esperada gira europea prevista para el próximo otoño, según confirmó Duke Robillard el pasado mes de abril. Wilco, la banda de rock alternativo surgió en Chicago tras la escindida Uncle Tupelo. Debutaron con el disco A.M. (1995), entonces en clave de country, siendo su lanzamiento en 2002 con Yankee hotel foxtrot. Días pasados escuché el álbum Wilco, lanzado en 2009, descubriendo a una banda original con reminiscencias de The Beatles y REM que emocionan en los temas acústicos. Por su parte, The Morning Jacket gasta un buen rock y puesta en escena. Su espaldarazo como banda se produjo en el Bonnaroo Music Festival de 2004. Su último trabajo se titula Circuital (2011). Como artistas invitados, el Festival anuncia las actuaciones de Bob Weir (acústico en solitario), Richard Thomson Trio, Ryan Bingham y Beck.


Escucha aquí el concierto completo en
 St. Agustine el 5-5-2013, último del tour.

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